Thursday, June 27, 2013

Monólogo por Mónica Loaiza ---La Ley de Murphy

Yo ya lo sé.  Soy el desastre andante.  Lo que no concibo es que en realidad me esfuerzo por hacer lo que tengo que hacer, y de hacerlo bien.  Creo que ya no es cuestión mía.  Por eso mis amigos me llaman Murphy’s Law.  Lo que no entiendo es por qué solo la mala suerte me persigue a mí y no al resto de personas que conozco.  Es que es tan irónico como los eventos desastrosos desfilan por mi vida.  
 
Por ejemplo, el otro día iba caminando por la calle.  Sentí que alguien me seguía. Sí, lo sentí.  No vi a alguien en específico, pero es que estas cosas son así. Al menos, como mujer, una las presiente. Empecé a caminar rápidamente hasta el punto de empezar a dar marcha como Jefferson Pérez. Una nunca sabe a qué peligros está expuesta al caminar por las calles de Guayaquil.  Llevaba conmigo, como de costumbre, mi bolso con mi celular y mi billetera con todos mis documentos personales. Entonces, como es obvio, el pánico entro en mí en cuestión de microsegundos.

Me detuve en el primer puesto de comidas que vi. Pude, al fin, observar el panorama y en qué situación me encontraba. No había absolutamente nadie siguiéndome. Sentí un gran alivio. Pensé que simplemente estoy mal acostumbrada a mi mala racha y ando asustada por la vida de las cosas que me puedan pasar.

Al día siguiente, recibí fotos de mi derriére en mi bandeja de entrada.  Me quedé estupefacta. Salí enseguida de mi estado de shock y empecé a analizar la situación. Reconocí enseguida el lugar donde fueron tomadas las fotos. Era justamente el sector por donde había caminado el día anterior. Acepté el triste hecho que tengo un stalker.  Pues, una regla fundamental para ser acosado o acosar a alguien, es conocer bien a la víctima.  Y este tipo sí que me conocía.  De hecho había estado hasta en mi casa. ¡Qué miedo! 

Recibí varios correos después de ese. Eran de él. Me preguntaba si tenía novio, si tenía Facebook (de seguro esto ya lo sabía), si podíamos vernos otra vez.  Que no me cobraría por las clases. No contesté a ninguno de ellos. ¡Por Dios! ¡Era mi profesor de matemáticas! Me estaba yendo mal en mi clase de Pre-cálculo y decidí llamar a uno de estos estudiantes de la Espol que dan clases por diez dólares la hora. Grave error.

Creo que se me fueron las ganas de aprender matemáticas.

Tuesday, June 25, 2013

Monólogo por Ma. José Dávila --Mi sexto sentido

Era una noche común y corriente. Para mí al menos lo era. No tenía nada de especial. Normalmente, yo suelo tener un sexto sentido cuando van a suceder cosas grandes e importantes, sean buenas o malas. Pero esta noche no fue así.

Luego de salir de la universidad a las nueve de la noche,  recuerdo que fui a mi casa, a hacer deberes mientras esperaba a que llegara mi enamorado, como siempre. Habíamos quedado en ver una película y, debido a mi ausencia en días anteriores por haber tenido un viaje familiar, estaba muy entusiasmada de que lo iba a ver.

Cuando llegó, todo sucedió como siempre. Él llegó con una sonrisa en su rostro. Muy contento de verme, pues yo era la niña de sus ojos. Como él me decía: solo con verme ya estaba feliz y podía terminar su día. Luego de conversar un rato, pusimos la película para verla. Era muy interesante, recuerdo, pero más pudo nuestro cansancio y sueño. Nos quedamos dormidos.

Luego de unos minutos, él recibió una llamada. Era su mamá. Le pedía que regresara a casa, pues ya era tarde. Nos levantamos muy asustados, preocupados por la hora. Tanto a él como a mí, nos iban a retar.  De un salto nos despedimos rápidamente y se fue a su casa.

Esa noche no sé lo que sucedió. Lo último que recuerdo de manera nítida es el comienzo de la película. Cuando se fue, recuerdo haber caminado con los ojos cerrados y con las manos encaminarme a mi cama. Esa noche tenía tanto sueño que me quede dormida con la pijama en la mano. Ni siquiera alcance a sacarme la ropa de casa.

De repente, recibí una llamada. Era mi novio. Llamó, como se lo enseñé desde un comienzo, a avisarme que había llegado bien y que se iba a dormir, pues el estaba tan cansado como yo. Al despedirnos, colgué, me cambie de ropa y me metí entre las sábanas. Esa noche no seguí mi rutina de antes de dormir. Solo dormí. Recuerdo que esa noche compartí cama con mi hermana porque mi abuela estaba de visita y le cedimos nuestro cuarto.

Para mí, solo habían pasado cinco minutos desde que cerré cuando recibí otra llamada de él. Pensé que solamente me llamaba para decirme algo lindo, que me extrañaba o algo por el estilo, pues él siempre fue muy detallista y dulce. Cuando contesté, noté un tono extraño en su voz. Como estaba tan dormida no lograba descifrar si era voz de sueño, triste, o desesperación. Luego de su explicación, entendí. Era desesperación.

Apenas contesté el teléfono no me dejó ni decir hola. Atrás podía escuchar a toda su familia y me sorprendí, pues ya era tarde como para que todos estuvieran reunidos y despiertos. Él me dijo que algo le había pasado a su papá. Se había desmayado. La verdad, yo no me asusté. Había vivido tantos desmayos de mis amigas que eso ya no me asustaba. Sabía que no era nada grave y que en pocos minutos se despertaría. Él estaba muy asustado. No me dejó decir ni una sola palabra y me dijo que me devolvería la llamada.

Me puse a rezar, de todos modos, pues él estaba muy asustado.  Pensé que no vendría nada mal una oración para que, en todo caso, no se tratara de nada grave. Pero algo dentro de mí no me dejaba estar del todo tranquila. Sentí algo extraño. También pensé "no puede ser nada grave pues no tengo ningún sentimiento extraño y feo dentro de mí."

¿Sería ta lvez que mi sexto sentido dejó de funcionar?

Como era de esperarse, me quede dormida, rezando. Al cabo de un minuto, me volvió a llamar. Pensé que era a calmarme y decirme que todo estaba bien.

Para mi mala suerte no fue así.

Me llamo llorando. Esta vez ya no noté el tono de desesperación que noté en las llamadas anteriores. Se trataba de una voz rendida. Calmada. "Falleció mi papá," fueron sus palabras. Las recuerdo hasta hoy. Y un silencio enorme fue lo que continuó en nuestra conversación. No supe qué decir. No quería llorar, ni gritar, ni hablar. Me quedé en blanco. Supongo que él esperaba una respuesta de mi parte, pero yo, simplemente, dejé de funcionar.

Mi hermana, que había escuchado toda nuestra conversación desde la primera llamada, saltó de la cama y me preguntó qué había sucedido. Le dije, sin contestarle a él: “Falleció su papá.” Me dijo que le respondiera. Le dije: “Voy para allá.”

Yo no podía moverme. Solo recuerdo que le dije a mi hermana: “Dime qué hacer,” y ella supo decirme, desde cómo ponerme la ropa, hasta cómo y qué decirle a él ya su familia. Esto nunca me había sucedido antes. No sabía cómo actuar. Realmente necesité de alguien que me dijera hasta cómo se respiraba.


Cuando llegué allá, recuerdo que le dije a mi hermana que me moría por llorar, y ella me dijo "Nunca. No llores. No puedes llorar." Me lo tomé muy en serio. En ese momento lo que ella me decía era como debía ser. Y así fue. Me convertí en un soporte para él. Jamás me dejé quebrar. No lloré. Me aguanté todo lo que sentía. Toda la pena y tanto dolor me lo aguanté, pues él y su familia ahora se habían convertido en lo primero para mí. 

Monday, June 24, 2013

Monólogo por Carlos Sánchez --Recuerdos

La otra vez estaba desordenando mi cuarto. Pues sí, hay gente que le gusta ordenar su cuarto, yo funciono al revés. No es que sea desordenado. Tampoco soy organizado con mi vida; simplemente pienso que la vida tiene que dejarse llevar. En fin, estuve moviendo las cosas, encontrando, por ejemplo, a los Restrepo que, bien decía mi madre, estaban bajo mi cama.
 
Durante el desorden de mi cuarto, me detuve particularmente en mi escritorio donde había encontrado, nada más y nada menos que mi libreta de colegio. Quien diría que 4 años después de haber salido del colegio, encontraría mi libreta de calificaciones. La abrí, que es lo que haría cualquier persona. Al abrirla me quedé "wow". Parecía un arbolito de navidad. Incendiado, pero de navidad igualmente. Todo era rojo. En ese momento, solo una pregunta salió de mi cabeza: ¿Por qué mi padre no me había quitado el apellido? Con esas notas quizá yo lo hubiese hecho. Ciertamente, me vinieron un montón de recuerdos acerca de mi época de colegio, pero les contaba de mi cuarto.
 
De hecho, encontré muchas cosas; de esas que uno no espera y no entiende qué hacen allí. Encontré dos platos y tres cucharas. ¿Por qué? ¿Qué hacen dos platos en mi cuarto? ¿Por qué no recuerdo haberlos subido? Y así, muchas cosas que no sabía que estaban allí ni como habían llegado. Encontré dibujos, muñecos, cartas que había escrito a mano cuando era niño. Y la pregunta era: ¿Por qué están ahí? ¿Por qué las guardé? ¿Por qué las personas guardamos cosas así? ¿Por qué yo lo hice? ¿Es que acaso mi yo actual se quería reír de mi yo antiguo? ¿O mi yo futuro me va a hacer bullying? Realmente nunca encontré la respuesta.
 
Quizá iba en relación a aquel miedo que me hace dormir con un bate debajo de mi cama. Pues sí, duermo con un bate debajo de la cama por si alguien viene a matarme en la noche. Pero realmente mi miedo es que algún día haya una verdadera apocalipsis zombie. Ciertamente, a mí no me van a morder. En fin, tuve el pensamiento de que, en caso de que eso ocurriera, la gente también me recordaría como la persona que algún día fui. El del bate de béisbol debajo de la cama.
 
Otra de las cosas que descubrí fue que todas estas cosas, con el paso del tiempo, son las que me han hecho ser quien soy. Los recuerdos son buenos. Y si los tienes a la mano, mucho mejor, porque son los que te definieron.

Thursday, June 20, 2013

Monólogo por Camila Larrea --Mamá, fotos y recuerdos

Hace tres meses me mudé de casa; vivo sola. Mi madre decidió viajar a Quito para trabajar en lo que más le gusta: manualidades. Mi hermana, por otro lado, decidió dejar la universidad e irse a Galápagos, donde trabaja ahora.

En realidad pensé que vivir sola sería interesante. Aún recuerdo la emoción que sentí cuando mamá me dijo debería vivir “sola”. Pensé: ¡Genial! Ahora sí podré disponer de mi tiempo, nadie me dirá cuando lavar los platos, limpiar la casa, o a qué hora debo volver cuando salga en las noches. Ahora sí tendré tiempo para mí.

Pero parece que a mi mamá se le olvidó mencionar muchas cosas importantes antes de irse. ¿O fui yo quien debió preguntarle?
Vivir sola.

Cuando estas dos palabras se volvieron realidad, no tuvieron ninguna gracia. Especialmente en la cocina, para personas como yo que no sabemos cocinar casi nada.  Alimentarse sanamente es complicado o, mejor dicho, imposible. Recuerdo que los fines de semana mi mamá me llamaba desde la cocina para  que observara cómo hacía magia con sus manos.

Sí, Definitivamente es magia lo hace esa señora. Yo simplemente observaba por un momento cómo ella picaba los vegetales, y luego  regresaba a mi cuarto. En ese momento, el cómic que estaba leyendo era mucho más interesante que aprender a cocinar. Cuando me sentaba en la mesa, la comida estaba lista y sabía que  algún delicioso plato estaba esperando para ser digerido con gusto. Nunca imaginé que a la doña se le ocurriría emprender tremendo viaje de negocios. Nunca creí extrañarla tanto.
Y, bueno, aquí estoy. Cuatro meses viviendo completamente sola. Al menos hay amigos, el tiempo pasa y te acostumbras.

Mañana es día de cuentas. Debo pagar la luz, el agua, la internet y el alquiler. Tengo que tomar unas fotografías por la tarde y clases por la noche. Supongo que preparé sándwiches para la merienda, otra vez.

 

 

 

 

Wednesday, June 19, 2013

Monólogo por Jeniffer Flores

Los torniquetes de la UEES. Son siempre los responsables de que los estudiantes pierdan el bus. Sus sensores defectuosos atrasan a más de un estudiante.

Aquel día, dos compañeros y yo habíamos regresado de la casa de una amiga. Comimos unos deliciosos tacos. Al terminar, debíamos regresar a nuestras casas. Decidimos tomar el último bus que sale de la universidad, a las 10 de la noche. Faltaban dos minutos para que los buses se fueran y, para alcanzarlos, decidimos pasar los tres juntos por el mismo torniquete, creyendo que sería mas rápido.

Nos equivocamos.

Al hacerlo, solo provocamos unos minutos de desesperación, pues quedamos atrapados en él, mientras la gente se burlaba de nosotros. Finalmente, el torniquete se desbloqueó y nos liberó. Después de pasar este obstáculo, nos dimos cuenta de que nos faltaban dos torniquetes más para llegar a tiempo y tomar el bus. Como era de esperarse, aprendimos nuestra lección y pasamos cada uno con calma por los torniquetes.

Por unos segundos nos asustamos y creímos haber perdido el bus. Para nuestra suerte, los buses seguían ahí y ahora tenemos una anécdota más sobre los torniquetes de la universidad.

Monday, June 17, 2013

Monólogo por Bagy

Por más que intento, no logro comprender a las personas. Me parece que fue ayer cuando mi hermano mayor, que en ese tiempo tenia 18 años, nos presentó a su enamorada. Era muy amable y educada. Hacía o trataba de hacer todo para ganarse el cariño de la familia.
 
Pasaron muchos años juntos, hasta que un día salió embarazada. Mi hermano ya estaba a punto de terminar la universidad. Y fui la primera en alegrarse por tener un sobrino, en mi familia. Claro, no era para menos, a mis padres les preocupó la idea. Y, sin duda, el más preocupado fue mi hermano.
 
Yo ya estaba por terminar el colegio, y decidí acompañar a mi cuñada porque ya estaba casi en la trigésima octava semana de gestación. Sacrifiqué mis vacaciones por estar a su lado. Era como mi hermana mayor, la quería mucho. Es lindo saber que existe alguien que se preocupa por ti, que te cuenta sus cosas y, al mismo tiempo, puedes contarle las tuyas. Nuestra relación era perfecta. Una noche, mientras veíamos películas en casa, llegó el momento tan esperado. Hora del parto, se había roto la fuente. Las contracciones eran cada vez más seguidas, casi tres por minuto.

Eran cerca de las dos de la madrugada. Estábamos solo mi hermano, mi cuñada y yo en casa. De inmediato, llamamos a nuestra familia para informarles de la noticia. Todos se trasladaron hacia la clínica. Ella tenía casi cinco horas desde que ingresó al quirófano. Aun no dilataba todo lo debido y a la bebé ya casi no le quedaba oxígeno. Tuvieron que intervenir de inmediato.
Su mamá vivía en Miami, y el padre estaba en la hacienda que tienen por Babahoyo. Aun no llegaba; ella contaba solo con nosotros. Mis padres y toda mi familia estábamos pendientes de ellas. Rogábamos mucho a Dios por sus vidas. Hasta que, finalmente, la tan esperada bebé nació.
 
Annette es su nombre, ahora tiene 5 años. Mi cuñada estaba bien, debía quedarse en la sala del post-operatorio. Todos esperábamos su salida, en la habitación de la clínica. Definitivamente fue maravilloso. Me pregunto que sucedió después.
La cuñada cariñosa y amable que todos queríamos desapareció. Llegó a casa una persona manipuladora, mentirosa y poco amable. Sigo preguntándome que sucedió. Era mi primera sobrina, la engreída de la casa. Y aun teniéndola a pocos metros de mi habitación, no podía verla. La bebé tenia horarios, y, según la mamá, siempre estaba dormida.
Mi casa se convirtió en un sitio frío y lleno de malas energía. De casualidad veía a mi sobrina cuando me la cruzaba por el pasillo. Mi hermano estaba desesperado, ya no sabíamos qué hacer. Tuvieron casi 8 años de relación, y, al parecer, nunca terminó de conocerla. Como dicen por ahí, ella finalmente sacó las garras. ¿O será acaso que le dio algún trastorno post parto?
Hoy, ellos tienen dos años divorciados. Mi sobrina es una niña de mirada triste, y poca personalidad. Su madre se encargó de crear una mala imagen de nosotros. Y no comprendo por qué las personas actúan de esa forma. ¿Será acaso que no se dan cuenta que los únicos perjudicados son los niños?

Monólogo por Xavier Orellana

No es nada raro que mi carro dé problemas. Me he quedado botado, la llanta ha explotado e incluso choqué con un motociclista, aunque eso no fue culpa del carro. Normalmente aparecen pequeñas fallas que se van acumulando y me causan molestias. Debido a esto me vi obligado a quedarme sin carro durante dos semanas mientras lo arreglaban en el taller, pero era bueno saber que después todo iba a funcionar bien. Cuando al fin lo retiré, regresé a mi ciudadela y lo estacioné en el parqueadero de un centro comercial. Esto es a pocos pasos de la garita, donde me recogió el BUEES. 

Después de algunas horas, regresé a ver mi carro y junto a él había un hombre sosteniendo algunas ramas de árboles. En el piso había muchas hojas y pedazos de madera. Estaba a punto de subirme al carro cuando el señor me dijo algo. Me dijo que una rama se había caído y yo estaba aliviado de que al carro no le haya pasado nada, porque todas habían caído al piso. El me seguía repitiendo lo mismo y ya no sabía que más decirle así que le terminé diciendo que me iba a ir con cuidado para no aplastar sus ramas. 

Cuando me subí al carro me di cuenta que la rama había caído sobre el parabrisas y lo había roto. El hombre las había sacado de encima del carro. Por suerte, se pudo arreglar el daño, después de un mes en el taller.

Friday, June 14, 2013

Monólogo por Mua

La verdad que siempre he sido de las personas que apoyan a sus amigos. Es por esta razón que decidí aceptar la invitación de un amigo. Mi amigo estaba participando en Ecuador tiene talento y nos había pedido a mí y a otras personas acompañarlo para alentarlo y ser la barra. Ese día viernes pensaba que solo me tomaría un poco de tiempo acompañarlo porque ya me había dicho que su acto seria de los primeros. Es por esta razón que decidí no almorzar nada. Ya en el teatro centro de arte nos invitan a pasar a todos los que van a ser parte del público. Para mi sorpresa mi amigo y su compañero no salían, pasaban uno tras otro concursante pero no el que yo fui a alentar. Había llegado a las 2 en punto como me había dicho mi amigo porque según él era de los primeritos. Pero ya era las 4, la verdad que uno diría me pongo a disfrutar de los otros actos.  Pero no eran los actos los que me molestaban si no una persona que se las daba de cantante, comediante y actor. Al parecer era como que el organizador o más bien diría yo el que tenía que hacer que el público no se fuera una vez presenciado a su participante. Ya no había razón para quedarse. Este ser si se le puede decir humano tenía todas las ganas de joder realmente quería levantarme y callarlo. Pero si esto me puso enojado, no estaba preparado para lo venia, mi enojo se convertiría en asombro. En unos de los actos aparecen un par de muchachos de 14 y 15 más o menos, al finalizar una del jurado Paola Farias le pregunta a uno de los jóvenes su nombre completo. Ya antes de la presentación los jóvenes se habían presentado pero solo con sus nombres. Uno de los jóvenes resultaría ser el hijo de Fausto valdiviezo. Toda la sala del centro de arte quedo en silencio. Hubo llantos de parte de Paola y se tuvo que suspender momentáneamente. Quede sorprendido ante la valentía del muchacho sabiendo que apenas había pasado 1 semana del asesinato de su padre.      

Thursday, June 13, 2013

Monólogo por Caricolis

Había vivido casi toda mi niñez y adolescencia entre la casa de mi abuela y la de mis padres. Mi abuela cuidaba de mí, durante los meses en los que mi mamá se encontraba en SOLCA, pasando por la recuperación de una operación para extraerle un tumor que ocupaba gran espacio en su pecho, para ser específica, al lado derecho de su corazón. Mi mamá hoy está viva, gracias a que la operación fue a tiempo. Yo apenas tenía cuatro años, cuando mi abuela me ayudaba con los deberes del kínder, y me cuidaba hasta que llegase mi papá del trabajo.
 
La única manera para que mis hermanitas y yo no reventáramos en llanto cada noche que mamá no estaba con nosotros, era saber que podíamos dormir junto a papá, todos en una misma cama. Solo así nuestro dolor y preocupación se aminoraban, aunque durante los dos meses de recuperación de mi mamá, nuestras noches eran de insomnio.
Mi mamá tiene cuarenta y nueve años, y ella sufre ahora por una enfermedad ajena. A mi abuela, de noventa y dos, le detectaron el mismo problema que tuvo mi mamá cuando yo era pequeña. Pero la diferencia es que mi abuela ya no tiene la fuerza de antes. Tememos lo peor.

Tal vez sobreviva a la operación. ¿Y si no?
A veces pensamos que los seres que amamos estarán para siempre con nosotros, pero en un momento inesperado el destino nos confirma que nadie tiene la vida asegurada.

Monólogo por Andrea Ferrín

Si hay algo que me gusta recomendar a cualquiera que le guste andar por Guayaquil, es que procure no coger taxis en la calle y, mucho menos, si es de noche, y, aún peor, si es quincena.
 
Así fue, 9:00 pm en la Víctor Emilio Estrada. Paramos un taxi amarillo, indicamos la dirección, negociamos el valor y, conformes con ello, nos subimos en el asiento trasero. Colocamos los seguros, y total y plenamente confiadas, continuamos nuestra conversación. En menos de un minuto de distracción, el chofer tomó una calle incorrecta, frenó, y un tipo con un arma, ya estaba apuntándonos. Un grito largo y desesperado se desprendió de mi boca. El chofer giró, sacó los seguros de la puerta, y el tipo con el arma se subió al carro, y arrancó rápidamente.

—¡Tranquilas que aquí no pasa nada! —dijo el tipo, encañonándonos—. Lo único que quiero es dinero y ustedes me van a colaborar. Cierren los ojos y denme sus carteras.
En pocos segundos, mi respiración se paralizó. Son esos segundos en que se te cruzan diez mil cosas por la cabeza. Un conjunto de emociones. Angustia, miedo, preocupación, desesperación. Y para casos como estos, nunca está de más la llorona, yo. Sí, empecé a llorar y a gritar. Obviamente al secuestrador no le agradó para nada mi llanto. Se molestó y me pidió que me callara. Nos dijo que no nos iba a pasar nada. Tres horas de incertidumbre son suficientes para meditar sobre uno mismo. Y para guardar esperanza de que todo vaya a estar bien.
Al final, fue verdad. No nos pasó nada.
Claro.
Solo el robo, el susto y el mal rato.
 
 

Monólogo por Afrodita

Recuerdo mi primer campamento como si hubiera sido ayer.  Tenía dieciséis años y había ido en compañía de mi hermana y de mis primos. Lo que nadie espera es que, a esa edad, fueras a un campamento ¡en compañía de tus padres! Sí, ellos fueron, y, la verdad, fue una experiencia muy vergonzosa, porque mi hermana y yo éramos las únicas cuyos padres habían decidido colarse al campamento.
 
Al principio, no pudimos hacer nuevos amigos, y no sabíamos por qué nadie nos hablaba. Ahora que lo pienso, tal vez era porque mi papá era muy celoso y, cada vez que alguien se nos acercaba, lo miraba mal. Afortunadamente, decidieron irse porque, la verdad, no tenían nada que hacer en el campamento.
 
¡Qué coincidencia! Cuando se fueron, empezamos a hacer nuevos amigos. La gente nos hablaba y,  finalmente, pudimos divertirnos. Nos sentíamos libres de hacer cualquier cosa sin tener a nuestros padres vigilándonos todo el tiempo.

Wednesday, June 12, 2013

Monólogo por Karen Osorio

Hoy quiero hablarles de los sueños. De mis viejos sueños. Los que tenía cuando era un poco más joven. Como tener una colección de conchas y vidrios, que mis padres veían como basura. O como poder desarrollar mi mente al punto de leer el pensamiento de los demás. Imagino que todos soñamos alguna vez con eso. Yo, al menos, le sigo dando vueltas al tema.


Cuando estaba en el colegio, tuve otro sueño. Uno diferente a todos los demás. Un poco más real. Soñaba con ser una actriz famosa y aparecer en películas de Hollywood. Incluso estaba en un grupo de teatro. Uno de los recuerdos que más disfruto revivir de aquellos días es Los niños se han perdido. Practicamos esa obra tantas veces que ya no estoy segura de cuál era mi personaje. Me sabía todos los diálogos al revés y al derecho. Mentiría si dijera que tengo una parte favorita. Difícil elegir entre un musical, un programa sensacionalista o el exorcismo de María Josefa de los Altares. Calma, se trataba de una comedia. Aunque en realidad tenía de todo. La presentamos en un concurso, que entonces me parecía lo más importante del universo. Y ganamos. Llevamos La Máscara de Oro al colegio. 

Pero, en retrospectiva, eso no fue lo más importante. No sé dónde está el trofeo ahora. Solo sé que en ese momento yo cumplí mi sueño. Aunque sea en parte. Puedo decir, sin trampas, que fui una actriz exitosa. Un sueño menos en la lista. Voy por el siguiente.

Monólogo por Raquel

Bueno. Lo que se me ocurre, y que me viene a la mente contar, es sobre mi decisión de ingresar a la U. 

Mi primer día de clases lo recuerdo muy bien. Nerviosa y con unas expectativas muy grandes, ya que iba a explorar un mundo totalmente diferente.

Mi mamá siempre me hablaba de que era algo chévere el tiempo del colegio, la molestadera, la joda con los amigos (como muchos dirían), pero, bueno, yo soy de esas chicas que a la edad de las salidas a chismear o fiestas, pensaba en otras cosas más importantes.  Mis estudios, mi familia, mis amigos de la infancia y Dios, antes que todo.


Entrar a la U para mí tenía un gran peso. Por el simple hecho de que estuve a punto de hacerme religiosa. Les cuento que fue una experiencia única y, sin entrar en tanto detalle, el decidir regresar a empezar una vida universitaria, como la de cualquier joven de dieciocho años (que era la edad que tenía en ese entonces),  fue la mejor decisión que he tomado. 

No se los niego: amo a Dios, a mi familia y a mis amigos,  pero esta aventura de irme y convivir con religiosas por más de tres meses, me hizo entender que tenía un mundo que conocer y vivir. 

Hoy en día, la universidad para mí es mi segundo hogar. Literalmente, se vive aquí. Pero me encanta el conocimiento que voy adquiriendo. Es realmente sorprendente. Tantas cosas nuevas. En serio, da ganas de estudiar y hacer algo por el mundo. Quiero hacerlo desde lo más cotidiano, desde los libros, las trasnochadas y las experiencias en las aulas.  

Monólogo por Asterisco

Ya era de noche y mi mamá, para variar, me había dicho que no podía salir sin darme ninguna explicación; solo el mayor de mis hermanos tuvo permiso.

Ricky y yo teníamos que quedarnos en la casa, ¿por qué? No lo sabíamos. Simplemente había que acatar las órdenes. Sólo queríamos ir a Santa Fe, la urbanización de mi prima donde estaban todos reunidos en el parque. No había nada del otro mundo, pero, cuando uno es adolescente, cada plan es imperdible, cada reunión de amigos es la mejor.

Pero yo tenía que quedarme en la casa. Mi espíritu rebelde que no acepta “nos” sin explicación, y mi adolescencia en pleno auge, decidieron que no tendría nada de malo ir un rato y regresar sin que mis papas lo supieran.

Primero tuve que convencer a mi hermano. Comenzamos a caminar (la urbanización quedaba a unos 8 minutos, caminando) y, a la  mitad del camino, él se arrepintió y regresamos. Yo seguía queriendo ir, pero caminar a esa hora en la noche sola, tampoco; no era para tanto riesgo.

Me llamaron dos amigos que estaban allá y me vinieron a recoger, caminando, así que, finalmente, fui yo sola. La pasé increíble. Disfruté con mis amigos, conversamos, algunos chuparon.

Regresé en la madrugada, ahora sí, en carro. Y esa noche dormí tranquila, sabiendo que mis padres no me habían sentido salir ni entrar en la casa.

Al día siguiente, todo estuvo normal con ellos. Yo volví a salir con mis amigos y, en la noche, mi mamá me fue a recoger. Nos teníamos que arreglar para una fiesta (mis hermanos y yo) y, cuando estábamos en el carro, regresando a la casa, mi mama recibe una llamada. La noto hablar un poco extraño. Y, apenas me bajo del carro, me quita el celular y me dice que estaba castigada.

Me hicieron el drama más grande del mundo, por haberme escapado la noche anterior. Me sentí muy mal por haberlo hecho, pero peor me sentí con todo lo que me dijeron. Los había decepcionado, perdido la confianza, faltado el respeto.

Mi papá no se cansó de decirme cómo se sentía porque había burlado su autoridad. No salí de mi casa como en tres meses y me levantaron el castigo solo porque en diciembre llegó mi cumpleaños. Ya han pasado diez años de eso, y todavía mis hermanos y yo no sabemos quién fue la de la llamada.