Ya era de noche y mi mamá, para
variar, me había dicho que no podía salir sin darme ninguna explicación; solo el
mayor de mis hermanos tuvo permiso.
Ricky y yo teníamos que quedarnos en la
casa, ¿por qué? No lo sabíamos. Simplemente había que acatar las órdenes. Sólo
queríamos ir a Santa Fe, la urbanización de mi prima donde estaban todos
reunidos en el parque. No había nada del otro mundo, pero, cuando uno es
adolescente, cada plan es imperdible, cada reunión de amigos es la mejor.
Pero
yo tenía que quedarme en la casa. Mi espíritu rebelde que no acepta “nos” sin
explicación, y mi adolescencia en pleno auge, decidieron que no tendría nada de
malo ir un rato y regresar sin que mis papas lo supieran.
Primero tuve que
convencer a mi hermano. Comenzamos a caminar (la urbanización quedaba a
unos 8 minutos, caminando) y, a la mitad
del camino, él se arrepintió y regresamos. Yo seguía queriendo ir, pero caminar
a esa hora en la noche sola, tampoco; no era para tanto riesgo.
Me llamaron dos
amigos que estaban allá y me vinieron a recoger, caminando, así que, finalmente,
fui yo sola. La pasé increíble. Disfruté con mis amigos, conversamos, algunos
chuparon.
Regresé en la madrugada, ahora sí, en carro. Y esa noche dormí
tranquila, sabiendo que mis padres no me habían sentido salir ni entrar en la
casa.
Al día siguiente, todo estuvo normal con ellos. Yo volví a salir con mis
amigos y, en la noche, mi mamá me fue a recoger. Nos teníamos que arreglar para
una fiesta (mis hermanos y yo) y, cuando estábamos en el carro, regresando a
la casa, mi mama recibe una llamada. La noto hablar un poco extraño. Y, apenas me
bajo del carro, me quita el celular y me dice que estaba castigada.
Me hicieron
el drama más grande del mundo, por haberme escapado la noche anterior. Me sentí
muy mal por haberlo hecho, pero peor me sentí con todo lo que me dijeron. Los
había decepcionado, perdido la confianza, faltado el respeto.
Mi papá no se cansó de decirme cómo se sentía porque había burlado su
autoridad. No salí de mi casa como en tres meses y me levantaron el castigo solo
porque en diciembre llegó mi cumpleaños. Ya han pasado diez años de eso, y
todavía mis hermanos y yo no sabemos quién fue la de la llamada.
No comments:
Post a Comment