Hoy quiero hablarles de los sueños. De mis viejos
sueños. Los que tenía cuando era un poco más joven. Como tener una colección de
conchas y vidrios, que mis padres veían como basura. O como poder desarrollar mi
mente al punto de leer el pensamiento de los demás. Imagino que todos soñamos
alguna vez con eso. Yo, al menos, le sigo dando vueltas al tema.
Cuando
estaba en el colegio, tuve otro sueño. Uno diferente a todos los demás. Un poco
más real. Soñaba con ser una actriz famosa y aparecer en películas de
Hollywood. Incluso estaba en un grupo de teatro. Uno de los recuerdos que más
disfruto revivir de aquellos días es Los niños se han perdido.
Practicamos esa obra tantas veces que ya no estoy segura de cuál era mi
personaje. Me sabía todos los diálogos al revés y al derecho. Mentiría si
dijera que tengo una parte favorita. Difícil elegir entre un musical, un
programa sensacionalista o el exorcismo de María Josefa de los Altares. Calma,
se trataba de una comedia. Aunque en realidad tenía de todo. La presentamos en
un concurso, que entonces me parecía lo más importante del universo. Y ganamos.
Llevamos La Máscara de Oro al colegio.
Pero, en retrospectiva, eso
no fue lo más importante. No sé dónde está el trofeo ahora. Solo sé que en ese
momento yo cumplí mi sueño. Aunque sea en parte. Puedo decir, sin trampas, que
fui una actriz exitosa. Un sueño menos en la lista. Voy por el siguiente.
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