Thursday, June 27, 2013

Monólogo por Mónica Loaiza ---La Ley de Murphy

Yo ya lo sé.  Soy el desastre andante.  Lo que no concibo es que en realidad me esfuerzo por hacer lo que tengo que hacer, y de hacerlo bien.  Creo que ya no es cuestión mía.  Por eso mis amigos me llaman Murphy’s Law.  Lo que no entiendo es por qué solo la mala suerte me persigue a mí y no al resto de personas que conozco.  Es que es tan irónico como los eventos desastrosos desfilan por mi vida.  
 
Por ejemplo, el otro día iba caminando por la calle.  Sentí que alguien me seguía. Sí, lo sentí.  No vi a alguien en específico, pero es que estas cosas son así. Al menos, como mujer, una las presiente. Empecé a caminar rápidamente hasta el punto de empezar a dar marcha como Jefferson Pérez. Una nunca sabe a qué peligros está expuesta al caminar por las calles de Guayaquil.  Llevaba conmigo, como de costumbre, mi bolso con mi celular y mi billetera con todos mis documentos personales. Entonces, como es obvio, el pánico entro en mí en cuestión de microsegundos.

Me detuve en el primer puesto de comidas que vi. Pude, al fin, observar el panorama y en qué situación me encontraba. No había absolutamente nadie siguiéndome. Sentí un gran alivio. Pensé que simplemente estoy mal acostumbrada a mi mala racha y ando asustada por la vida de las cosas que me puedan pasar.

Al día siguiente, recibí fotos de mi derriére en mi bandeja de entrada.  Me quedé estupefacta. Salí enseguida de mi estado de shock y empecé a analizar la situación. Reconocí enseguida el lugar donde fueron tomadas las fotos. Era justamente el sector por donde había caminado el día anterior. Acepté el triste hecho que tengo un stalker.  Pues, una regla fundamental para ser acosado o acosar a alguien, es conocer bien a la víctima.  Y este tipo sí que me conocía.  De hecho había estado hasta en mi casa. ¡Qué miedo! 

Recibí varios correos después de ese. Eran de él. Me preguntaba si tenía novio, si tenía Facebook (de seguro esto ya lo sabía), si podíamos vernos otra vez.  Que no me cobraría por las clases. No contesté a ninguno de ellos. ¡Por Dios! ¡Era mi profesor de matemáticas! Me estaba yendo mal en mi clase de Pre-cálculo y decidí llamar a uno de estos estudiantes de la Espol que dan clases por diez dólares la hora. Grave error.

Creo que se me fueron las ganas de aprender matemáticas.

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