Yo ya lo
sé. Soy el desastre andante. Lo que no concibo es que en realidad me
esfuerzo por hacer lo que tengo que hacer, y de hacerlo bien. Creo que ya no es cuestión mía. Por eso mis amigos me llaman Murphy’s Law. Lo que no entiendo es por qué solo la mala
suerte me persigue a mí y no al resto de personas que conozco. Es que es tan irónico como los eventos
desastrosos desfilan por mi vida.
Por ejemplo, el
otro día iba caminando por la calle.
Sentí que alguien me seguía. Sí,
lo sentí. No vi a alguien en específico,
pero es que estas cosas son así. Al
menos, como mujer, una las presiente. Empecé a caminar rápidamente hasta el punto de
empezar a dar marcha como Jefferson Pérez. Una nunca sabe a qué peligros está expuesta al caminar por las
calles de Guayaquil. Llevaba conmigo,
como de costumbre, mi bolso con mi celular y mi billetera con todos mis
documentos personales. Entonces, como es
obvio, el pánico entro en mí en cuestión de microsegundos.
Me detuve en el primer puesto de comidas que
vi. Pude, al fin, observar el panorama y
en qué situación me encontraba. No había absolutamente nadie siguiéndome. Sentí un gran alivio. Pensé que simplemente
estoy mal acostumbrada a mi mala racha y ando asustada por la vida de las cosas
que me puedan pasar.
Al día siguiente,
recibí fotos de mi derriére en mi
bandeja de entrada. Me quedé
estupefacta. Salí enseguida de mi estado
de shock y empecé a analizar la situación. Reconocí enseguida el lugar donde fueron tomadas las fotos. Era justamente el sector por donde había caminado
el día anterior. Acepté el triste hecho
que tengo un stalker. Pues, una regla fundamental para ser acosado
o acosar a alguien, es conocer bien a la víctima. Y este tipo sí que me conocía. De hecho había estado hasta en mi casa. ¡Qué miedo!
Recibí varios correos después de
ese. Eran de él. Me preguntaba si tenía novio, si tenía
Facebook (de seguro esto ya lo sabía), si podíamos vernos otra vez. Que no me cobraría por las clases. No contesté a ninguno de ellos. ¡Por Dios!
¡Era mi profesor de matemáticas! Me
estaba yendo mal en mi clase de Pre-cálculo y decidí llamar a uno de estos
estudiantes de la Espol que dan clases por diez dólares la hora. Grave error.
Creo que se me fueron las ganas de aprender
matemáticas.
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